martes, 16 de noviembre de 2010

Huele a Fiestas en Corraleja

Por Sandra Colombo

Con sus colgandejos traídos de varias fiestas del departamento, familias enteras se mueven para ganarle a la vida unos centavos para sobrevivir. Colgadas en un chuzo improvisado con retales de palos y plástico tienden en las calles, las polleras de colores, los vestidos con el último grito de la moda, jeans, zapatillas deportivas, relojes chinos, sandalias, perfumes, y baratijas de todas las especies: llegaron los comerciantes de fiestas.
Son trashumantes de toda una vida, con el olor a toro en la piel, llegan a las oficinas buscando la rebaja, el permiso, el papel. En medio de la bulla solo saben que tienen que tener un permiso para colgar su mercancía. Por años, solo han tenido como medio de subsistencia este comercio de fruslerías, que guindan con el mayor amor en el metro de esperanza del local. Y también con cautela, por los amigos de lo ajeno. En cada uno de los tenderetes que de repente han plagado las calles, una colorida ropa se va extendiéndolas en ganchos, siempre con la seguridad de que la venta está al final de la tarde. Las calles llenas de ventorros, de fritangas, de música y olores nos indica que llegó la Fiesta en Corralejas.

“Mis hijos no quieren que yo venga de Corozal a poner esta fritanga, pero es la única forma de ahorrar unos centavitos. Ayer me cogió ese aguacerazo , el viento era tenaz, dentro de esta hamaca dormí y hasta ronque”, dice la “Mona” , una señora de setenta años,que todo los años viene as Sincé; con su mirada vivaz va volteando el patacón mientras habla despacio, sus manos curtidas por los oficios, con destreza, parten el queso, y continúa: “No crea, uno se acostumbra a todo, ya a mi me hace falta venir por estos pueblos, porque allá no ahorro nada, todo lo que hago el mismo día lo doy para la comida, en cambio acá junto en quince días, hasta trescientos mil pesos”, señala la Mona.

Un caso, una historia multiplicada por mil, cada cual con su pena, su risa y su cuento amarrado a las bolsas que llevan dentro, toda su fortuna. En este recorrido de miseria los vendedores son felices, viajan, venden, se distraen, cuentan sus penalidades a los vecinos de “cambuche” además se conocen de toda la vida, se solidarizan por el mismo oficio compartido. Otro hombre mayor, de aspecto campesino, con la cara cetrina y arrugada, se mete en la conversación y dice: “El agua es bendición”.

La corraleja de madera, enhiesta sobre la sabana recibe a todos los amantes de los toros. Afuera los populares vendedores hacen su agosto. Sombreros volteao, aguadeños, de batalla, sencillos y otros mas costosos, junto con la tradicional ruana de rayitas de los antioqueños son el panorama que se divisa en los lugares destinados para el comercio. Dulces, bocadillos, la popular caña, fritos, chicharrones, espejuelos,-dulce de gelatina- cervezas, gaseosas, guarapos, comidas, todos los olores suben hasta la corraleja, pronto otro enjambre de vendedores suben hasta ellos y ofrecen lo mismo, pero ahora le pegan con un palo la “ ponchera” y gritando a todo cañòn: “Papas fritas, etc..etc “Los niños encantados miran los toros, ellos son los más fáciles consumidores de todas las golosinas. Se pegan de la mano de los padres y saben que esta oportunidad es la esperada para consumir sin restricciones, pues sus deseos son complacidos en la época de las fiestas.

Las bandas suenan por las cuatro esquinas, es la alegría total. Siempre hay alguien que le falta pesos para la entrada, ruegan, proponen, regatean, buscan la forma de comprar el boleto para entrar; abajo en la ultima fila del placo, pegados a ras con el piso, donde el toro se ve más grande, allí hasta en esos espacios, la gente se encarama para ver las corridas. Desde allá se dan los primeros gritos de alegría o de horror, la película se ve más cerca. Gritos de miedo, de alegría, de sorpresa brotan al unísono de los palcos; el toro en su carrera enganchó a un espontáneo, lo tira, lo vuelve a pinchar y como un bulto de cemento es batido al aire. En su recorrido el toro embiste a un mantero, a un caballo, la euforia sale de los palcos y la música de banda no opaca los gritos de los asistentes.

Guepa!! Ayyyyaayayyyyyy es el grito alegre que prende a un pueblo! Este año la fecha no es la misma, septiembre dejó un puente roto, como el de la ranchera; pero noviembre trajo las expectativas y renovó el aire de fiestas. La lluvia que no da tregua, amenaza con nubarrones todos los días, aún así la gente se moviliza incesante en motos que ruedan de arriba abajo. Y sigue el jolgorio, el fandango tradicional, el espectáculo. Y como todos los años…la Fiesta en Corralejas es el tiempo esperado!.

1 comentario:

  1. Se debe aclarar que no se dice sombrero volteao sino vueltiao que viene de la palabra vueltas y no se llama ruana sino poncho

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