sábado, 13 de noviembre de 2010

Roger El Tigre Más Popular


Por Any Merlano Garrido

El corazón se me quiere salir del susto, que miedo, se acerca, ya viene y yo pego un carreron de los mil demonios.

Miro para un lado y para el otro, no encuentro donde meterme, ¡hay Dios!, quisiera, en estos momentos , ser una hormiguita para caber en cualquier hueco… ¡ahhhh, auxilio!, eso,…. fue lo último que recuerdo, que pronuncie antes de caer como cualquier papaya partida, en el corredor de la niña Chila, todos corrieron , se desmayó, gritaban las muchachas, miércoles se murió , corran cojanla, decía mi mamá , petrificada del susto, al ver semejante escena.


Cuando abrí los ojos, después que me echaron una totuma de agua bien fría en la cara, mire de nuevo, para todos los lados y solo veía ojos despepitados y manos que con cartón danzaban de un lado a otro para darme aire.

Como pude, me levante del suelo, me sacudí las nalgas y de nuevo, en dos saltos trate de llegar al portón de la casa donde mi mamá que me esperaba con tremenda cara, pero no de rabia ni de susto, sino, muerta de risa, por que a ella, al igual, que a la niña chila, la niña Ligia y la niña Lucy, les fascinaba mandar a entrar a las casas a ese animal, el más monstruoso y terrible que puede salir en Sincé, EL TIGRE…

Ese disfraz familiar del tigre, que parodia una escena de lo que era Sincé en la época de la colonia, cuando de cada finca salían los animales pero de verdad, el tigre, los que azotaban las montañas y se comían cada vaca, cada caballo, cada gallina, cada animal vivo que existía en los corrales.

Esa caricatura hoy se pasea por las calles, pero igual, que en tiempos memoriales asustan, ellos hoy, hombres disfrazados con sacos pintados, con emparapetadas máscaras hechas de totuma que simulan la cara del horrible animal, con bigotes y orejas grandotas. Junto a su figura feroz, no menos intimidatorios está el del galón, el hijo y los incomparables amigos del hombre los perros.

Pero es quizás el del galón, el que con su choaca de tabaco, su sombrero viejo, la lanza , sus chancletotas y su bullicioso galón viejo, lleno de piedras, es el que despierta la sensación y sin querer , da el aviso a que se aproxima el fiero animal.

Y fue así, de nuevo estaba frente a frente al animal, sus mangas largas y calientes me daban palmadas en las piernas, las que me temblaban como gelatina, las que no podían sostenerme más en pie, en una abrir y cerrar de ojos, esa alimaña se me tiro encima, me recostó a la pared de tabla de la casa vieja y empezó hacer un ruido tan asustador, que no se como, pero me le escabullí por medio de las patas y de un impulso, entre a la casa y me refugié en el lugar donde nunca pensé que llegaría ¡la cocina!.

Cuando, ya el corazón, me estaba latiendo normal y más calmada recostada en el mesón de madera, escuche a mi mamá, llamar a la muchacha para que le trajera el platico tapado que estaba en la mesa, al notar que ya nada malo podía pasar, asome la cabeza entre la puerta y con asombro vi, que el que me llevaba todas las tardes donde mi abuelo Luis Carlos, agarrado de mano, se había convertido en el horrible animal, lo vi y no lo podía creer, miraba, y miraba , me sobaba los ojos para estar más segura, era Roger Pontón , metido en el cuerpo de ese horrible animal.

Cuando mi mamá se dio cuenta que Yo estaba en la cocina, soltó la carcajada y me llamo, Any, sal que para que saludes al tigre.

Y Roger, con un pedazo de carne en la boca me dijo, ¡niña soy yo! Venga deme la mano.

Ese día entendí que las cosas por mucho que parezcan ficticias, tiran siempre a la realidad por eso procuro cada año compartir la parodia del tigre, hasta él punto, que entre mis recuerdos de juventud, cargo conmigo un saco viejo de tigre, el que muestro, para esta época y comparto junto a el las historias y anécdotas de infancia con mis hijos, a los que una vez en épocas de primaria disfracé de la parodia del tigre y hasta premios ganaron, quizás como recompensa a los días de nervios y angustias de mi niñez…

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